
HIROSHIMA (III Parte)
“Los gobernantes nunca sacian sus ansias de poder”
(Libro Kyoko Date)
La batalla patriótica e irracional de la aviación nipona, causó en el ejército aliado, numerosas bajas y enormes daños en barcos y portaaviones sobrevivientes; siendo la mayoría de estas naves portadoras de la bandera de las barras y estrellas. La fatídica lista – tras la batalla por tierra, mar y aire-: 2.211 hombres del Franklin Wasp y del Bunker Hill (poderosas naves de la flota de USA) perdieron la vida. Y añadir 798 hombres que engrosaron la relación de heridos. Con ello, por ende, “el orgullo yanqui” quedaba seriamente resquebrajado.
El costo de la invasión de Okinawa dejó un saldo para los “gringos” y sus aliados de… ¡12.500 muertos y más de 62.500 heridos! Estas cifras causaron una honda preocupación en las fuerzas norteamericanas. Y también en sus aliados. Predecía el Alto Mando, en sus “tácticas de guerra”, que a los previstos más de 18 meses, se debían tomar en cuenta otros factores, tales como el gran desgaste bélico, con las consiguientes pérdidas materiales y humanas, hasta que pudieran terminar de vencer al ejército japonés Y mientras se resolviera el conflicto armado, las víctimas de uno y otro bando seguirían sumando. Fiel reflejo de la locura colectiva e histórica de los gobernantes.
De aquella familia oriental, Hitoshi, fue el referente. Nacido en la isla Honshu, -al NE de Hiroshima-, en la costa del Pacífico. Sus oraciones budistas no fueron escuchadas; y aunque deseaba –como todos- la paz, no por ello dejaba de apoyar la resistencia de su ejército sin importar el precio: estaba en juego – pensaba- el orgullo nipón ante el “invasor yanqui”. Pero, lamentablemente, las noticias eran cada día más estremecedoras…
La década de los cuarenta ofrecía personajes por doquier, de marcada inclinación hacia el exterminio. La lejana Europa presentaba a Hitler amenazante. Y otros dictadores, no menos tiranos, no perdían la oportunidad de fotografiarse en su verdadera pose y dimensión