
“MIS QUERIDOS DOCTORES”
“Hay personas que por quererte hacer daño, al final te hacen un bien…”
Juan Antonio “Pichi” Sánchez Alonso (qepd)
En la cábala de la vida, en el camino van surgiendo personas que a través del tiempo dejan huella. Muchas de estas, en su momento, no son valoradas realmente como se merecen. Decía el poeta: “No pierdas ni una sola oportunidad, en decirle a las personas que tienes cerca, lo importantes que son para ti… Quizás mañana sea tarde y te arrepentirás de tu absurdo silencio o de los afectos escondidos y no externados”. En realidad, el tiempo agranda esta visión tan cierta como inusual, por absurdos y estúpidos prejuicios o temores.
Cuando Juan Antonio Sánchez Alonso (el querido “Pichi”) impartía clase en la antigua U. Latina, cerca de la Corte, valía más una charla de él, salpicada de “chispa” y rica en vivencias, que cualquiera de las 20 “charlas magistrales” de la querida profesora, que se dirigía a sus alumnos como “Mis queridos Doctores”, que a final de cuentas nunca se descubrió si el trato era de “cariño” o peyorativo. En todo caso, pocos de los allí presentes, comprendían lo que ella quería explicar, en sus cansinos 90 minutos semanales de cuatrimestre. ¡Quizás, su tantas veces referenciado Irwing Stone -desparramado en sus impresas 1500 páginas de letra muerta- la entendía algo!
Tener la oportunidad de aprender de Lafitte Fernández, Guillermo Fernández, Margarita Morales, Adriana Nuñez, Alexis Rojas y otros pocos, es un placer inigualable, cuando de periodismo se trata. Emularlos es tarea tan difícil como seguir la rueda de Marco Pantani en Los Dolomitas o de Alberto Contados en Los Lagos de Covadonga; en todo caso, pedalear tras su estela, en esta sagrada profesión de principios y valores, sin dar da cabida a “testaferros, arlequines o plumillas al dictado”, es un aprendizaje que no termina nunca.
La pluma bien utilizada es una daga que denuncia y arranca de raíz todo lo pernicioso; el verbo directo, sin palabras huecas o acomodaticias, es un gen en peligroso desuso. “Principios trabajos y dignidad no se negocian”, es regla de oro consanguínea con los dictados del libre ejercicio del periodismo, que impartieron esos insignes maestros -antes citados- y que son tan recurrentes como “objetividad, veracidad y honestidad” en el arte de informar. “Juan Luis -decía “Pichi”- esta profesión es como un matrimonio celebrando sus bodas de oro: ´si hubo pasión, respeto y complicidad, mereció la pena´”.